Sonaba como una tormenta.

Vala estaba de pie al borde de la cavidad a la que se precipitaba el Bohsum, tenía la mirada perdida en el remolino que formaban las aguas del sumidero. El río entraba aquí a la depresión y giraba lentamente en los bordes, pero con mayor fuerza en la zona interior; antes de desaparecer a través de la oscuridad del centro y descender hacia lo desconocido.

La brisa se sentía fresca sobre su rostro mientras la imagen del vórtice y el sonido cual vendaval hicieron que Vala recordara las semanas que siguieron al ataque a su aldea.

Vala y Halissa estaban acurrucadas para darse calor en tanto que la lluvia golpeaba la tierra. Halissa, exhausta, se había quedado dormida. Sin embargo, como muchas noches antes, la asediaban pesadillas de la masacre. Halissa se incorporó gritando y echó a correr.

Cerca de ahí fluía el río crecido. Halissa pasó corriendo demasiado cerca de la orilla y resbaló en el lodo… la pequeña extendió la mano…

Vala temía que Halissa sería arrastrada por la corriente y se perdería para siempre… al igual que las aguas que se precipitaban hacia el centro del sumidero; cual cuenca vacía.

Su corazón se encogió ante tal recuerdo, pero había agarrado la mano de Halissa. Al final, todo salió bien.

De vuelta al punto actual. La ausencia en los recuerdos de Vala era mucho más pronunciada, una nada persistente. Cualquiera que fuese la pieza faltante, la cazadora juró que carecía de importancia. Se sentía más cansada que nunca, pero pondría punto final a esto; por Halissa.

Estaba consciente de que su armadura sólo le estorbaría, así que se la quitó pieza por pieza. Guardó sus armas en una mochila que Bellik le proporcionó para tal efecto. En ella llevaba también yesca y pedernal envueltos en piel de cabra. A todo esto agregó sus boleadoras y varias saetas con punta explosiva.

Se quitó su capa y capucha y las guardó para que no le restaran movilidad dentro del agua. Una vez hecho esto, Vala se ajustó la mochila y se aproximó a la orilla de la hendidura.

Vala no podía pensar en nada más desaprensivo que un demonio que se atrevía a corromper niños. Sintió calor surgir del centro de su ser, una furia hirviente. Vaya, eso quería el demonio, ¿no?

Pensó en Delios, en su fracaso.

Un cazador de demonios siempre debe templar odio con disciplina.

Parte de ella estaba consciente de que quizá no sobreviviría la zambullida, que las agitadas aguas la conducirían a una muerte líquida.

Vala respiró profundo y saltó.

Odio y Disciplina

Cazadora de demonios

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