Vala se encontraba de pie, mirando a través de la pequeña ventana con barrotes que daba al compartimiento del establo. Sahmanta estaba ahí, atada de pies y manos. Tenía la cabeza inclinada hacia el frente y su cabello rubio le cubría el rostro. Los demás niños estaban en los compartimientos restantes, dos o tres en algunos, pero Vala insistió en que mantuvieran aislada a Sahmantha.

Cuando los niños fueron transportados, una muchedumbre se arremolinó en torno a los vagones. Varios ciudadanos se pusieron violentos, encausando gran parte de su ira hacia Vala. Pero Bellik, en Bellik confiaban; fue su consejo lo que impidió la catástrofe, al menos temporalmente. Aún ahora, la gente aguardaba fuera de los establos. Vala podía escuchar el reverberante barullo de sus lamentos y maldiciones.

Bellik acababa de hablar con ellos. —Quieren saber por qué está ocurriendo esto, ¿por qué los niños?

Vala abrió la puerta del compartimiento, entró y se arrodilló en la paja seca.

—Cierre la puerta detrás de mí.

—Pero…

—Hágalo.

Al escuchar que el cerrojo se deslizaba hasta llegar a su sitio, Vala recorrió el cabello del rostro de Sahmantha y levantó la barbilla de la niña. Tenía los ojos cerrados.

El pelo rubio, la piel clara… le recordaba tanto a Halissa. Vala pensó en el modo en que el rostro de Halissa se iluminaba cada vez que veía a su hermana mayor, en sus ojos brillantes e inquisitivos, así como en su inagotable energía.

Vala no podía mostrar debilidad ante el curandero, pero fue atravesada por una ola de náusea; una marea de tristeza y disgusto. De súbito, la cazadora se sintió exhausta tanto en cuerpo como en alma.

Recordó su aldea en la Marca del Oeste, su familia. Vala luchó contra el cauce de recuerdos que se desbordaba rápidamente. Ella no era más que una niña cuando la masacre y los destellos de ésta la seguían noche tras noche. Gritos de muertos y moribundos, sangre, una garra de demonio que iba en busca de su cuello pero le alcanzaba en la quijada; huír corriendo, la mano de Halissa en la suya, un escondite cerca del río…

Y posteriormente ser hallada por otros que sufrieron destinos similares. Conocer a los cazadores de demonios, ser entrenada por Josen y renacer como un avatar de venganza, un arma forjada para hender el corazón de la oscuridad.

Vala había estado frotándose distraídamente la cicatriz que surcaba su quijada. Se inclinó hacia Sahmantha. —Habla, demonio.

La cazadora aguardó, mas no hubo respuesta.

—No te hagas el inocente, no puedes ganar este juego. Tu única esperanza es ser enviado de regreso con tu maestro maldito y rezar para que los Infiernos te muestren misericordia, porque yo no lo haré. Ahora, dí tu nombre.

Sahmantha ni se movió.

Vala dejó de sostener la barbilla de la niña y se incorporó frente a la ventana con barrotes.

—¡Curandero! Usted preguntó si existía una razón por la cual este demonio eligió a los niños… y yo le digo que sí. Este desgraciado y patético engendro infernal escogió a los chiquillos porque es débil y éstos son vulnerables, presa fácil para la escoria que mendiga las migajas que tiran sus amos.

Bellik se encontraba en la periferia del campo de visión de Vala. El curandero la miró fijamente, tenía las cejas arqueadas.

En ese momento Vala percibió algo detrás de ella, movimiento acompañado de un sonido muy débil.

La hija del aserrador se volvió para ver a la niña parada de puntitas, la espalda arqueada y la cabeza recargada sobre uno de sus hombros… su cabello se deslizaba sobre un rostro marcado por venas prominentes y sus ojos estaban abiertos de par en par; desenfocados e inyectados de sangre. Cuando abrió la boca parecía, en un principio, tener problemas para formar palabras. Luego…

—NO ME DES LA ESPALDA, OH ORGULLOSÍSIMA.

La voz era tensión fuerte y chirriante, como una inhalación continua.

—¿BUSCAS UNA AUDIENCIA? —La cabeza de la niña latigueó de hombro a hombro. —TAL COSA SE ENCUENTRA MÁS ALLÁ DE TU ALCANCE, SUBCRIATURA. SIN EMBARGO, ES UNA DISTRACCIÓN QUE SE ANTOJA ENTRETENIDA. LIBÉRAME ENTONCES Y MIRA…

Vala desenvainó una daga. Bellik protestó, cubriéndose los oídos con las manos mientras sus labios temblaban. La cazadora pareció no darse cuenta de ello en tanto que cortaba las ataduras de Sahmantha.

Veamos pues.

La pequeña dio dos pasos cuando sus pies tocaron el suelo. Vala se hizo a un lado y la niña avanzó tambaleándose hasta llegar frente a la puerta. Su cabeza rotó, la barbilla restregándose contra el hombro, mirando fijamente con ojos vacíos.

—VEN.

—Abra la puerta, —le dijo a Bellik.

Los ojos de Bellik iban y venían entre Sahmantha y Vala. —¿Es seguro?

—No hará daño, me encargaré de ello.

Luego de un instante de duda, Bellik obedeció. La niña, pese a que tenía la barbilla pegada al pecho y su cabello colgaba de tal manera que no había modo de que viera para donde iba, avanzó sin problemas hacia el establo.

Bellik le dio espacio a la pequeña y luego, junto con Vala, siguió a la niña mientras ésta pasaba frente a los compartimientos donde yacían encerrados los demás niños. La muchacha que hacía unas horas cargaba una piedra como arma se encontraba a su derecha, agarrada de los barrotes de la puerta. Cuando habló, fue con la voz desbordante del demonio.

—SOY OLFESTOS, EL INFILTRADOR, EL PROXENETA; PASTOR DE LOS DESGRACIADOS Y DESPELLEJADOR DE LOS MALDITOS QUE SE RETUERCEN…

Bellik miró horrorizado, cubriendo sus oídos con sus palmas en tanto que Sahmantha continuaba su avance. El niño que arrastraba la espada por la calle se acercó a una de las ventanas que se encontraban del lado opuesto y la voz prosiguió a través de su boca.

—INSTIGADOR, RECOLECTOR, CAUSANTE Y GARGANTA DEL GRITO SILENCIOSO…

Otro pequeño habló desde el compartimiento a la diestra de Sahmantha. —EL BARQUERO DE SUEÑOS PERDIDOS, ESPERANZA DESTROZADA Y DESESPERACIÓN MARCHITANTE…

En el último compartimiento apareció el hijo del herrero. Ostentaba una vacante sangrienta donde estuvieron sus dientes frontales.

—LA SIEMPRE DISPUESTA MANO DERECHA DEL TERROR, EL OJO QUE MIRA HACIA ADENTRO. SI ME CONOCES, SABES LO INDECIBLE.

Bellik permaneció cerca de Vala en lo que Sahmantha salía a la luz del sol.

La cazadora siguió a la niña, se descubrió la cabeza y se abrió paso a través de la muchedumbre aglomerada.

—¡Háganse a un lado! ¡Todos ustedes! ¡Bellik, una mano!

La gente se arremolinó, cuestionando y acusando. Bellik gritó para que la turba se quitara del paso. Sahmantha, por su parte, avanzaba con pasos tambaleantes.

Vala salió de entre la multitud antes que la niña, quien seguía adelante. Los movimientos de la pequeña eran irregulares y espasmódicos en un punto; elegantes y cuasi líquidos en otro. La madeja de gente pasó frente a las tiendas en el extremo este del pueblo.

Sahmantha apretó el paso y buena parte de la gente del pueblo se rezagó. Bellik jadeaba, su rostro estaba rojo a causa del esfuerzo.

Caminaron hasta llegar a un tramo desolado de un sendero de terracería, poco más que una vereda hacia los campos que se encontraban más adelante. Sahmantha dio un traspiés con una sección de pasto muerto, se detuvo y se volvió. Enderezó la cabeza y la voz cual vendaval del demonio retumbó una vez más.

—¿BUSCAS UNA AUDIENCIA? ENTONCES VEN…

La chiquilla sonrió con lentitud. Cuando habló nuevamente sólo se trataba de la voz de una niña; la pequeña Sahmantha Halstaff. —Podemos jugar rudo juntas.

Los ojos de la niña se cerraron sin advertencia alguna. Su cuerpo perdió fuerza y se colapsó.

Vala corrió hasta ella y se aproximó para asegurarse de que Sahmantha aún vivía. Pudo escuchar su respiración.

La mayor parte de los rezagados los alcanzó finalmente y rodearon a la cazadora de demonios. Bellik estaba cerca, controlando su respiración. Vala miró hacia arriba como si esperase que el demonio cayera del cielo.

Después miró hacia abajo y tomó nota del pasto marchito, pasando sus dedos sobre éste. Cubría una extensión de terreno considerable, se estiraba lejos y remataba en puntas. Su forma era la de un ojo gigantesco. Había manchas negras en toda la zona, evidencia clara de contaminación demoníaca.

—Curandero, ¿qué hay debajo de nosotros?

Bellik alzó las cejas. —Nada.

—Eso no es del todo cierto…

Vala y Bellik se volvieron. La voz pertenecía a un granjero rechoncho con bigote blanco y poblado.

—El río Bohsum corre justo bajo nuestros pies.

Bellik miró a Vala. No sabía si era una ilusión óptica, pero la cazadora parecía haber palidecido.

—Escuché el río cuando llegué anoche, lo escucho débilmente aún ahora.

El granjero bigotón frunció el ceño, ligeramente irritado.

—Ese no es el Bohsum real… Sino un canal creado por los colonizadores hace mucho para desviar el agua… Vaya, el Bohsum verdadero sale de las Montañas Descenso del Muerto…

El granjero se volvió y apuntó hacia el noreste.

—…y se precipita en un sumidero. De ahí se interna bajo tierra… recorre un buen trecho en las profundidades antes de surgir de nuevo, a dos días de viaje al oeste.

Vala examinó los alrededores inmediatos.

—¿No hay pozos?

—La tierra en las afueras del pueblo es lo suficientemente fértil, pero en esta zona es más dura que el hierro. Cavar el canal fue más fácil para los viejos.

Vala suspiró. —Este sumidero y el sitio donde el río vuelve a la superficie… ¿Hay otro modo de descender?

El granjero escupió. —No.

—¿Dónde está el sumidero?

El granjero hizo un gesto con la cabeza, indicando las montañas. —Como a un día pa’lla.

Bellik miró a Vala con curiosidad. —¿A-ahora qué?

La hija del aserrador se cubrió la cabeza con su capucha y barrió a la multitud con la mirada.

—Quédense aquí y permanezcan juntos, serán más fuertes de ese modo. Lleven a Sahmantha de vuelta al establo. Aten y encierren a cualquier otro niño menor de 16 veranos. —Vala miró nuevamente a Bellik.

—Y tráiganme mi caballo para que pueda ir a matar al demonio que los aqueja.

Odio y Disciplina

Cazadora de demonios

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