Vigilia

La puesta de sol coloreaba el valle de la Marca del Oeste con tonalidades otoñales. Kehr hizo una pausa en el afilado de su simple hacha, se incorporó y se volvió para mirar la evanescencia de la luz. La brisa de la tarde se colaba entre su largo cabello gris con cuidado familiar. Respiraba lentamente, contando con cada exhalación mientras el sol se deslizaba tras la montaña.

Los únicos sonidos eran los pájaros que regresaban a sus nidos. Ni pisadas, ni palabras. El horizonte mantendría su pacto mientras él mantuviera su vigilia.

Marcharía más gente —la interminable fila de refugiados que profetizó Aron— por el Camino de Hierro, mientras fuerzas oscuras intentaban tomar las Montañas Kohl. El clan del Hueso menguó, pero había cosas peores que los khazra en estos picos. Los viajeros necesitaban a su protector y corrían historias, desde la Marca del Oeste hasta Ivgorod, del Caminante de Hierro, guardián del Camino. Kehr puso una mano sobre su pecho y emprendió la marcha una vez más. Los refugiados necesitaban a su hermano.

Caminante

Bárbaro

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